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Donde ella confesó su amor.


La vi arrancar una rosa
Al comenzar el día, temprano,
Y fui a besar aquel páramo
Donde ella rompió su rosa;
Entonces vi los anillos
Donde su estilo era un secreto,
Y me enamoré de todos los objetos
Donde sus ojos habían caído.
Si ella viese el abismo
O las cálidas hojas dobles,
Ya sea de un olmo o un viejo roble,
Jamás sabría lo caras que esas cosas son para mi.

Poseo una agradable colina,
Allí me siento por horas, erráticas,
Donde ella arrancó hierbas aromáticas
Y otras pequeñas flores;
Allí murmuró ella, como la
la belleza canta en sueños,
Y la amé cuando derramó sobre su pecho
Algo similar a un llanto pequeño,
Bañando el lunar oscuro de su cuello,
Que a mis ojos era un diamante eterno;
Entonces mis labios ardieron
Y en mi corazón se consumieron.

Hay un pequeño espacio verde
Donde pasa indolente el ganado,
Donde descubrí un pálido sábado
La cosa más querida del mundo.
Un pequeño roble se extiende sobre él,
Arrojando una sombra redonda,
La hierba oscura allí se demora,
El verde más intenso que haya conocido:
Allí no hay penas ni dolor
No hay bosques ni arboledas,
Pero fue en aquella mágica tierra
Donde ella confesó su amor.

La Balada de la Cárcel de Reading

Sin embargo -¡Y escuchen bien todos!-
Todos los hombres matan lo que aman
Unos con una mirada de odio,
Otros con una palabra acariciadora;
El cobarde con un beso,
El valiente con la espada.
Unos matan su amor cuando son jóvenes,
Otros cuando ya son viejos,
Unos lo ahogan con las manos de la lujuria
Otros con las manos del oro;
Los más compasivos se sirven de un cuchillo,
Del cuchillo que mata sin agonía
El amor de unos es demasiado corto,
Demasiado largo el de otros;
Unos venden y otros compran,
Unos hacen lo que deben hacer con lágrimas,
Otros sin un sólo suspiro;
Pues todos los hombres matan lo que aman,
Aunque no todos tengan que morir por ello.

Si has de amarme.


Si has de amarme que sea sólo
por amor de mi amor. No digas nunca
que es por mi aspecto, mi sonrisa, la melodía
de mi voz o por mi dulce carácter
que concuerda contigo o que aquel día
hizo que nos sintiéramos felices...
Porque, amor mío, todas estas cosas
pueden cambiar, y hasta el amor se muere.
No me quieras tampoco por las lágrimas
que piadosamente limpias de mi rostro...
¡Porque puedo olvidarme de llorar
gracias a ti, y así perder tu amor!
Por amor de mi amor quiero que me ames,
para que habite en los cielos, eternamente.

Fue al pasar.


Yo creí que tus ojos anegaban el mundo...
Abiertos como bocas en clamor... Tan dolientes
que un corazón partido en dos trozos ardientes
parecieron... Fluían de tu rostro profundo

como dos manantiales graves y venenosos...
fraguas a fuego y sombra, ¡tus pupilas!... tan hondas
que no sé desde dónde me miraban, redondas
y oscuras como mundos lontanos y medrosos.

¡Ah, tus ojos tristísimos como dos galerías
abiertas al Poniente!... ¡Y las sendas sombrías
de tus ojeras donde reconocí mis rastros!...

¡Yo envolví en un gran gesto mi horror como en un velo,
y me alejé creyendo que cuajaba en el cielo
la medianoche húmeda de tu mirar sin astros!

El Río de la Vida.


Mientras más existimos, más breves parecen
Las sucesivas etapas de nuestra vida;
En la infancia un día simula un año,
Y un año el paso de los siglos.

La corriente alegre de nuestra juventud,
Hecha de pasión y trastornos,
Se roba el tiempo como un río llano
Acariciando sus fronteras herbosas.

Como la mejilla agobiada crece en dolor,
Y la palidez de la pena se espesa,
Ustedes, estrellas, que miden el curso del hombre:
¿Por qué vuestro camino parece más rápido?

Cuándo la alegría pierde su flor y su aliento,
Y la vida misma parece insípida:
¿Al cruzar la Muerte y su caída
Sentimos vuestra marea más intensa?

Puede ser extraño ¿pero quién cambiaría
El curso del tiempo por un paso lento,
Cuándo uno a uno nuestros amigos parten,
Dejándonos el pecho cubierto de sangre?

El cielo otorga a nuestros años efímeros
Una indiferencia ante la velocidad;
A los años jóvenes una aparente serenidad,
Proporcional a su dulzura.

Un jardín junto al mar.


Conozco un pequeño jardín de cerca,
Exuberante con el lirio y la rosa roja,
Donde yo vagaba, si me permite decirlo,
Desde la mañana a la noche húmeda de rocío,
Teniendo conmigo a un compañero errante.

Y aunque en su interior no hay pájaros que canten,
Y aunque allí no hay casas con pilares,
Y aunque las ramas de los manzanos están desnudas
De frutos y flores, ojalá
Sus pies vuelvan a pisar sobre la hierba verde,
Y yo pueda verlos como los ví antes.

Llega un suave murmullo desde la costa,
Y en la cercanía corren dos arroyos juntos,
En la distancia se ven las colinas púrpura,
Descendiendo hacia el mar inquieto:
Oscuras colinas cuyas flores no conocen a las abejas,
Oscura costa que no ha visto nave alguna
Atormentada por el verde oleaje.

Desde allí llega el murmullo incesante
Hasta el lugar por el que lloro,
Pues me lamento día y noche
Convirtiéndome inmune al deleite,
Volviéndome ciego y sordo,
Indiferente a la victoria, inepto para encontrar,
Y hábil para extraviar lo que todos desean hallar.

Sin embargo, tambaleante y débil como soy,
Aún me resta un poco de aliento
Para buscar dentro de las fauces de la muerte
Una entrada a ese lugar feliz,
Para buscar el rostro inolvidable,
Una vez visto, una vez besado, una vez extraviado
En el inquieto murmullo del mar.

Por los viejos tiempos.


¿Deberían ser olvidados los viejos amigos
y nunca recordarlos?
¿Deberían ser olvidados los viejos amigos
y los viejos tiempos?

Por los viejos tiempos, amigo,
por los viejos tiempos:
tomaremos una copa de camaradería
por los viejos tiempos.

Los dos hemos corrido por las laderas
y arrancado las bellas margaritas,
pero hemos errado mucho con los pies doloridos
desde los viejos tiempos.

Por los viejos tiempos, amigo,
por los viejos tiempos:
tomaremos una copa de camaradería
por los viejos tiempos.

Los dos hemos vadeado la corriente
desde el mediodía hasta la cena,
pero amplios mares han rugido entre nosotros
desde los viejos tiempos.

Por los viejos tiempos, amigo,
por los viejos tiempos:
tomaremos una copa de camaradería
por los viejos tiempos.

Y he aquí una mano, mi fiel amigo,
y danos una de tus manos,
y ¡echemos un cordial trago de cerveza
por los viejos tiempos!

Por los viejos tiempos, amigo mío,
por los viejos tiempos:
tomaremos una copa de camaradería
por los viejos tiempos.

Y seguro que tú pagarás tu trago.
Y seguro que yo pagaré el mío...
Y, aun así... ¡echaremos ese trago de camaradería
por los viejos tiempos!

Duerme ahora el pétalo carmesí.


Duerme ahora el pétalo carmesí, también el blanco.
No ondulan los cipreses en la senda del palacio
ni la aleta dorada brilla en la fuente de pórfido.
Despierta la luciérnaga. Despierta tú conmigo.

Ahora sueña el blanco pavo real como un fantasma
y también como un fantasma resplandeces en mí.

La tierra entera, como Danae, a las estrellas
se expone, como se expone tu corazón a mí.

Ahora en el silencio resbalan los astros, dejan
un surco brillante, como tu pensamiento en mí.

Ahora repliega ya el lirio toda su dulzura
y al oscuro fondo del lago se va deslizando.
Así que repliégate también tú, mi amor, y duerme
en mi fondo, y piérdete entera dentro de mí.

Rosas Azules.


Rosas rojas y blancas rosas
He desplumado por el placer de mi amor.
Ella no aceptó aquel ramo del dolor,
Exhortándome a buscar sus rosas azules.

La mitad del mundo he atravesado
Buscando el lugar donde estas flores crecen,
Y la mitad del mundo a mi búsqueda responde
Con una risa hacia el corazón burlado.

Al hogar retorné en invierno,
Pero mi tonto amor había muerto,
Buscando con su último aliento
Las rosas azules en los brazos de los muertos.

Tal vez más allá de la tumba
Ella encontrará lo que tendría.
Inútil cruzada fue la mía,
¡Las rosas rojas y blancas son mejores!

UN BUEN DESTINO ES ...


La Flor del Amor.


Amor, no te culpo, pues mía ha sido la culpa, al no ser creado por la arcilla común
Escalé la mayor de las alturas, inalcanzable; ví el aire pleno, el día más grande.

Desde lo salvaje de mi desperdiciada pasión fui asaltado por una mejor, más clara canción.
Encendí una ligera luz de abnegada libertad, luché contra la envilecida cabeza de Hidra.

Han sido mis labios barridos hacia la música por tus besos, y han sangrado,
Y tu has caminado junto a los ángeles en aquella planicie verde y esmaltada.

He andado por el camino donde Dante contempló los soles brillando sobre siete círculos,
¡Ah! Tal vez observó a los cielos expandiéndose, como si se abriesen sobre Florencia.

Y las naciones poderosas que me han coronado, a mí, que sin corona yazgo sin nombre,
Y algún crepúsculo oriental me ha encontrado de rodillas sobre el umbral de la Fama.

Me he sentado en el círculo de mármol donde el viejo bardo es igual al joven,
Donde la pipa siempre gotea su miel, y las cuerdas de la lira siempre vibran.

Keats levantó los rizos de su himeneo desde el vino de las amapolas,
Con su boca de ambrosía besó mi frente, envolviendo el amor noble que hay en mí.

Y en la primavera, cuando las flores del manzano tiñen el seno de las palomas,
En la hierba yacen dos amantes que ha leído la historia de nuestro amor.

Han leído la leyenda de mi pasión, y conocido el secreto amargo de mi corazón,
Besándose como nosotros nos hemos besado, pero nunca lejos como nosotros lo estamos.

Pues la flor carmesí de nuestra vida es devorada por el gusano de la verdad,
Y ninguna mano recogerá los marchitos pétalos de la rosa de la juventud.

Sin embargo, no me arrepiento de amarte, ¿qué otra cosa puede hacer un muchacho?
Los ávidos dientes del tiempo corroen, persiguiendo las silenciosas huellas de los años.

El timón nos balancea en la tempestad, y cuando la tormenta de la juventud haya pasado,
Sin liras, sin laúd y sin coro, la tranquila muerte del navegante finalmente llega.

Y dentro de la tumba no hay placer, el ciego gusano consume las raíces,
Y el Deseo se estremece en cenizas, y el árbol de la pasión no da frutos.

¿Qué otra cosa puedo hacer sino amarte? La propia madre de Dios me es menos querida,
Y menos aún la dulce Afrodita elevándose como un lirio plateado sobre el mar.

He tomado mi decisión, he vivido mis poemas y, aunque la juventud se haya perdido en indolentes días;
He descubierto que la corona de mirto del amante es mejor que la del laurel sobre el poeta.

El secreto de un amor que dura para siempre


La reunión de aquella noche se caracterizó por la presencia de hombres enérgicos, hoscos, poco afines al debate filosófico.

Sujetos llegados de otros barrios se apropiaron las mejores mesas, y lo que es más deshonroso todavía, de la atención de nuestras mujeres, normalmente fieles en ausencia de extraños.

Cantaron y bebieron hasta bien entrada la madrugada. Luego se retiraron groseramente a realizar pequeños pero mezquinos actos vandálicos. En ese momento retomamos la continuidad de un festejo austero, viril: el cumpleaños del compañero Arismendi.

Con absoluto decoro le entregamos algunos regalos de escaso valor material.

—A ver cuándo se organiza un cumpleaños decente, Arismendi. —le recriminó alguien.

—Con mujeres y música y comida decente. —añadió otro.

Arismendi negó la cabeza.

—No pienso volver a caer en el mismo error. La próxima mujer en mi vida será para siempre. De hecho, me rehúso a vivir cualquier amor que no tenga aspiraciones de eternidad.

El profesor Lugano, que justo regresaba de las dependencias sanitarias, lo interrogó.

—¿Es decir que el único amor que le interesa es un amor que dure para siempre?

—Efectivamente, profesor.

—Me parece razonable. Tenga. Aquí está mi regalo.

El profesor le entregó un pequeño paquete rectangular.

Un murmullo de asombro sobrevoló sobre los tertulianos que aún no estaban lo suficientemente ebrios.

Arismendí abrió el obsequio: un pequeño espejo.

En el ángulo superior izquiero había una inscripción:

Amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida.

(Oscar Wilde)

Un deseo.


Mía será la cabaña junto a la colina;
El zumbido de la colmena calmará mi oído;
Un arroyo esbelto, de largos sonidos,
Hará girar el viejo molino.

La golondrina bajo mi techo
Gorjeará cerca de su palacio de arcilla;
A menudo el peregrino llegará a mi casilla
A compartir el pan, y será bienvenido.

Alrededor de mi pórtico la primavera
Dejará cada flor que bebe el rocío;
Y Lucy, ocupada en su tejido,
Cantará vestida de rojos y azules.

La iglesia del pueblo, entre los árboles,
Donde nuestros votos fueron dichos,
Con alegres tañidos flotarán en el viento,
Y en el repique de la aguja ascenderán al cielo.

A su amada.


Dices que no te amo
porque ya no juego con tus rizos,
ni me paso el tiempo besándote;
también me reprochas que no invento
un juego para las niñas de tus ojos.
Juro por la religión del amor:
Cuando menos lo digo, más amo.
Solo los dolores leves pueden expresarse,
se sabe que los barriles llenos no hacen ruido.
Las aguas profundas son silenciosas,
las corrientes ruidosas no tienen hondura.
Por eso, cuando el amor es mudo
expresa una profundidad
y esa profundidad es infinita.
Y ya que mi amor es tácito,
comprenderás que hablo poco
porque amo demasiado.

Nunca dijimos Adiós.


Nunca dijimos adiós, ni siquiera
Nos regalamos una última mirada,
No hubo signos en la cadena helada
Cuando fue rota, cuando desatados descendimos.

Y aquí descansamos juntos, eternamente, lado a lado;
Nuestro hogar fijado de por vida sobre el mármol.
Dos islas que los rugientes océanos
Ya no podrán separar.

Los Cuervos.


Sobre el negro rincón acosa
la sombra de los cuervos al mediodía,
rozando la cierva en agria algarabía,
puede verse cuán huraños reposan.

Oh cómo agitan la sombría calma
en un campo que extasía,
cual mujer que grave intuición cautiva;
puede oírse cuando regañan

por carroña, que por allí han de oler,
y vuelven de pronto al norte el vuelo;
como un cortejo se pierden en el cielo,
en aires que tiemblan de placer.

Doy Gracias a Todos.


Doy las gracias a todos los que me han amado en sus corazones,
Con las gracias y el amor que hay en el mío. Profundas gracias a todos
Los que se han demorado en los muros de esta prisión
Para escuchar mi música en sus más intenso dolor,
Flotando siempre hacia adelante, llenando el espacio
Del pagano templo, más allá de las palabras.
Tu, quien te hundes y caes en mi voz
Cuando la pena te arrebata, el divino instrumento
Del arte se despliega ante tus pies
Para escuchar lo que he dicho entre lágrimas,
Enséñame cómo agradecerte. Enséñame como
Ver el sentido de mi vida en los años futuros,
Y a sentir que el amor perdura en la vida que se desvanece.

Un año y un día.


Lentos días han pasado haciendo un año,
Lentas horas que hacen un día,
Desde que tomé a mi dulce primer amor
Y lo besé a la manera antigua;
Las verdes hojas acariciaron mis mejillas,
Querido Cristo, en este mes de mayo.

Reposo entre la erguida y húmeda hierba
Que se arquea encima de mi cabeza,
Cubriendo mi rostro perdido,
Cobijándome en ese lecho
Con ternura y amor,
Como la hierba sobre los muertos.

Oscuros espectros de un mal desconocido
Flotan sobre mi mente cansada;
Las informes visiones de mi vida
Pasan como un tren fantasmal;
Algunas corren por mis mejillas,
Penosas lágrimas que caen como rocío.

Una sombra descansa sobre la hierba
Y se posa a mis pies;
Un nuevo rostro aparece entre mis manos.
Querido Cristo, si pudiese llorar mi desdicha
Para que el silencio caiga sobre las hojas de estío
Mientras saludo a este nuevo rostro mío.

Sin embargo, no es sino la memoria
De algo que he visto
En un verano de ensueño,
Entre los verdes tallos pequeños:
El rostro de aquel dulce amor,
Que extraño y lejano parece.

El río siempre corre
Entre mis sábanas de césped,
Las voces de un millar de aves
Que cantan sobre mi cabeza,
Me traerán un triste sueño
Cuando este sueño triste haya muerto.

El silencio cae sobre mi corazón
Y agita todo su dolor.
Estiro mis brazos en el pasto largo
Y vuelvo a dormir,
Vacía de todo amor, de vida,
Como una espiga vencida.

Vino de las hadas.


Me embriagué de aquel vino de miel
del capullo lunar que las hadas
recogen en copas de jacinto:
los lirones, murciélagos y topos
duermen en las grietas o en la hierba,
en el patio desierto y triste del castillo;
cuando el vino derraman en la tierra de estío
o en medio del rocío se elevan sus vapores,
alegres se tornan sus venturosos sueños
y, dormidos, murmuran su alborozo; pues son pocas
las hadas que portan tan nuevos esos cálices.

Su Voz.


La intrépida abeja vaga de rama en rama,
Con su hirsuto abrigo y ligeras alas,
Ahora sobre el pétalo del lirio,
Ahora balanceándose en un jacinto,
En torno a él:
Estaba cerca el amor; y fue aquí, supongo,
Donde realicé mi voto.

Juré que dos almas deberían ser una,
Mientras las gaviotas amen el mar,
Mientras los girasoles amen el sol.
Será, dije, nuestra eternidad,
Tuya y mía.
Querida amiga, aquellos tiempos se han ido,
La red del Amor se ha cerrado.

Mira hacia arriba, donde los álamos
Danzan y danzan en el aire del estío,
Aquí en el valle, la brisa nunca
Agita los frutos, pero allí
Los grandes vientos soplan,
Y desde el susurro místico del mar
Arriban las olas que acarician la costa.

Mira hacia arriba, donde gritan las níveas gaviotas,
¿Qué pueden contemplar qué nosotros no vemos?
¿Acaso una estrella? ¿O quizás la lámpara que ruge
En algún lejano y perdido buque?
¡Ah, puede ser!
¡Hemos vivido en una tierra de sueños!
Y que triste parece.

Mi Vida, no queda nada por decir,
Salvo esto: el amor nunca se pierde,
El filo del invierno desgarra el pecho de mayo,
Y sus rosas carmesí brotan quebrando el hielo.
Los navíos de la tempestad
En alguna bahía encontrarán su muelle,
Así como nosotros deberíamos hacerlo.

Y no queda nada por hacer
Salvo besarnos una vez más, y partir.
No, no hay nada que debamos lamentar,
Yo tengo mi belleza, y tu el arte.
No, que nunca comience,
Un mundo no es suficiente
Para dos como tú y yo.

Cuando seas vieja.


Cuando seas vieja, gris y cansada,
y cabeceando junto al fuego, tomes este libro,
y lentamente leas, soñando con la mirada suave
que tus ojos un día tuvieron, con sus profundas sombras;Cuántos adoraron tus instantes de alegre gracia,
y amaron tu belleza con amor falso, o verdadero;
pero un hombre amó el alma peregrina en tí,
y amó las penas de tu rostro que cambiaba.E inclinándote junto al resplandor de los leños,
murmures, un poco triste, cómo huyó el amor,
cómo flotó lejos sobre las montañas,
y escondió su rostro entre una multitud de estrellas.

Por qué ella se lamenta.


Calla y dime
¿Por qué lloras?
Somos tu y yo
Los mismos de antes.

Si oyes un lamento
Es sólo un conejo
Volviendo a su agujero,
En un momento.

Si algo se agita en las ramas,
Es el paseo inquieto de las ardillas,
Abrumadas por nosotros, debajo,
Amándonos.

¿Por qué lloras entonces?
¿Le temes a Dios
En la oscuridad?

Yo no le temo.
Deja que venga.
Si se oculta entre las hojas,
Deja que venga.

Ahora, en el día fresco, somos nosotros
Los que andamos entre los árboles
Llamando a Dios: ¿dónde estás?
Y es él quien se oculta.

¿Por qué lloras?
Mi corazón es amargo.
Deja que venga a justificar
Sus actos, ahora.

¿Porqué lloras?
Pero si puedes sufrir
Entonces llora, por la memoria
De nuestra vieja justicia.

Nos hemos equivocado
Muchas veces;
Pero esta vez comenzamos
A hacerlo bien.

Llora, entonces, llora
Por la abominación de nuestra justicia.
Dios seguirá oculto.
Él nunca vendrá.

El lobo gris.


Una oscura tarde de primavera, un joven estudiante inglés, que había estado viajando por esos alejados fragmentos de Escocia denominados las Orcadas y las Shetland, se encontró en una pequeña isla de las últimamente nombradas, atrapado por una tormenta de viento y un fuerte granizo, que irrumpió de improviso. Fue en vano buscar cualquier refugio, ya que no solo que la borrasca había oscurecido por completo el paisaje, sino que tampoco había más que musgo desértico a su alrededor.

Al final, sin embargo, luego de mucho caminar, se encontró al borde de un acantilado, y vio sobre la cima, tan solo a unos pies de donde se encontraba, una saliente de rocas, que podrían servirle de refugio apropiado. Trepó por sí mismo y al llegar al lugar, se dio cuenta que el piso crujía a cada uno de sus pasos. Entonces se percató que estaba pisando sobre los huesos de muchos animales pequeños, que estaban esparcidos frente a una pequeña caverna que le ofrecían el refugio buscado. Se sentó sobre una piedra y, a medidad que la tempestad decrecía en violencia, la oscuridad iba en aumento y él se sentía cada vez más incómodo, ya que no le gustaba nada la idea de pasar toda la noche en tal lugar. Se había separado de sus compañeros desde el lado opuesto de la isla y su incomodidad se veía acrecentada por un sentimiento de aprensión. Al final, cuando se calmó por completo la tormenta, escuchó el ruido de una pisada, suave y furtiva como la de un animal salvaje, bajo los huesos de la entrada de la cueva. Se paró, como presa de algún temor, a pesar del pensamiento de que no había animales peligrosos en aquella isla. Antes que tuviera tiempo de pensarlo, el rostro de una mujer apareció por la entrada. No podía verla bien, ya que estaba en una parte oscura de la cueva.

- ¿Me podría decir como encontrar el camino a través del páramo hasta Shielness? - preguntó.
- No lo podrá encontrar esta noche - respondió en un tono dulce, y con una sonrisa hechizante que reveló unos dientes de lo más blancos.
- ¿Por que no puedo?
- Mi madre le dará refugio esta noche, pero es todo lo que le puede ofrecer.
- Y es más de lo que esperaba hace un minuto atrás, - replicó él. - Estoy más que agradecido.

Ella se dio vuelta en silencio y abandonó la caverna, y el joven la siguió. Estaba descalza, y sus bellos pies marchaban de manera felina sobre las piedras. Ella le mostró el camino a través de una senda rocosa hacia la costa. Sus vestimentas eran escasas y estaban raídas, y su cabello se enmarañaba con el viento. Parecía tener unos veinte o veinticinco años y era ágil y pequeña. Mientras caminaba, sus largos dedos estaban ocupados en jalar y aferrar nerviosamente sus faldas. Su rostro era muy gris y bastante consumido, pero delicadamente formado, y con piel muy tersa. Sus delgadas fosas nasales estaban trémulas como párpados, y los labios, de curvas inmaculadas, no daban signos de poseer sangre en sus interiores. Como eran sus ojos, él no podía apreciar, ya que ella no levantaba nunca las delicadas películas de sus párpados. Llegaron al pie del acantilado, donde se levantaba una pequeña cabaña, que utilizaba una cavidad natural en la roca. El humo se esparcía por sobre la faz de la roca, y un agradable aroma a comida esperanzaba al hambriento estudiante. Su guía abrió la puerta de la cabaña y él la siguió al interior, y vio a una mujer encimada sobre la chimenea. Sobre el fuego había una parrilla con un largo pescado. La hija habló unas palabras, y la madre se dio la vuelta y recibió al extraño. Ella era muy vieja y su rostro estaba muy arrugado, parecía estar afligida. Desempolvó la única silla en la casa y la ubicó junto al fuego ofreciéndola al joven, quien se sentó mirando hacia una ventana, a través de la cual se vio una pequeña parcela de arenas, más allá de las cuales las olas rompían lánguidamente. Bajo esta ventana había un banco, sobre el que la hija se sentó en inusual postura, dejando descansar su barbilla sobre su mano. Un momento después, el joven pudo por primera vez notar el aspecto de sus ojos azules. Le estaban mirando fijo con un extraño aspecto de avidez, casi de deseo ardiente pero, como si cayera en cuenta de que la mirada la traicionaba, ella quitó la vista inmediatamente. En el momento en que ella disimuló su mirada, su rostro, no obstante su palidez, era casi hermoso.

Cuando la comida estuvo lista, la vieja pasó un paño por la mesa, y la cubrió con una pieza de fina mantelería. Luego sirvió el pescado en una fuente de madera, e invitó al joven a servirse. Viendo que no había otras provisiones, sacó de su bolsillo un cuchillo de cacería, y sacó una porción de carne, ofreciéndoselo a la madre en primer lugar.

- Adelante, mi cordero, - dijo la vieja mujer; y la hija se acercó a la mesa. Pero sus fosas nasales y boca se estremecían de manera desagradable.

Al siguiente momento ella se dio la vuelta y salió corriendo de la cabaña.

- No le gusta el pescado, - dijo la vieja, - y no tengo nada mejor para darle.
- No parece tener buena salud, - replicó el joven.

La mujer solo respondió con un suspiro, y luego comieron el pescado, acompañándolo tan solo con un pequeño pan de centeno. Cuando terminaron, el joven escuchó el sonido como de pisadas de perros sobre la arena cercana a la puerta, pero antes que tuviera tiempo de mirar por la ventana, la puerta se abrió, y la joven entró. Se veía mejor, quizás porque habíase lavado la cara. Se arrinconó en un taburete, en la esquina opuesta al fuego. Pero cuando se sentó, para su perplejidad y hasta su horror, el estudiante pudo ver una gota de sangre sobre su blanca piel entre su desgarrado vestido. La mujer sacó una jarra de whisky, y puso un calderón sobre el fuego, tomando un lugar frente a este. Tan pronto como el agua hirvió, procedió a hacer un ponche en un tazón de madera.

En mientras, el estudiante no podía quitar sus ojos de la joven, hasta que al final se quedó fascinado, o quizás cautivado por ella. Ella mantenía sus ojos durante la mayor parte del tiempo cubiertos por sus adorables párpados, coronados con oscuras pestañas; él continuó mirando extasiado, ya que el fulgor rojo de la pequeña lámpara cubría en su totalidad todas las rarezas de su complexión. Pero tan pronto como recibía cualquier mirada de aquellos ojos, su alma se estremecía. El rostro adorable y la mirada ardiente alternaban fascinación y repulsión. La madre puso el tazón en sus manos. Bebió con moderación y se lo pasó a la chica. Ella lo deslizó por sus labios, y luego de probarlo (tan solo probarlo) lo miró a él. El joven pensó que la bebida debería tener alguna droga que afectó su mente. Su cabello se alisó hacia atrás, y esto provocó que su frente se adelantara, mientras la parte inferior de su rostro se proyectó hacia el tazón, revelando antes de beberlo, su obnubilante dentadura de extraña prominencia. Al instante esta visión se desvaneció; ella le regresó el recipiente a su madre, se levantó y volvió a salir de la estancia.

Entonces la vieja mujer le mostró una cama de brezo en una esquina al tiempo que susurraba una apología; y el estudiante, fatigado tanto del día como de las peculiaridades de la noche, se arrojó en el lecho, y cubrió con su capa. Cuando se acostó, afuera, la tormenta se reinició y el viento comenzó nuevamente a soplar a través de las grietas de la cabaña, de manera que solo luego de cubrirse hasta la cabeza con la capa pudo verse al resguardo de tales ráfagas. Incapaz de dormir, se quedó escuchando el estrépito de la tempestad, que crecía en intensidad a cada minuto. Luego de un rato, se abrió la puerta, y la joven entró, acercándose al fuego, sentándose en la banqueta frente al mismo, en la misma extraña postura, con el mentón apoyado sobre la mano y el codo, y la cara mirando al joven. Él se movió un poco; ella dejó caer la cabeza y cruzó los brazos bajo su frente. La madre había desaparecido.

Le dio sueño. Un movimiento del banco lo despertó, y se imaginó que veía una criatura cuadrúpeda alta como un gran perro trotando lentamente hacia afuera. Estaba seguro que sintió una ráfaga de viento frío. Mirando fijamente a través de la oscuridad, creyó ver los ojos de la doncella encontrando a los propios, pero las últimas resplandescencias del fuego le revelaron claramente que la banqueta estaba vacía. Se preguntó que pudo haber pasado para que ella saliera en la tormenta, y luego se quedó profundamente dormido. En la mitad de la noche sintió un dolor en su hombro, y se despertó súbitamente, viendo los ojos incandescentes y la sonriente dentadura de un animal cercana a su rostro. Las garras estaban en su hombro, y sus fauces en el acto de buscar la garganta. Antes que pueda clavar sus colmillos, sin embargo, agarró al animal por el cuello con una mano y sacó el cuchillo de cacería con la otra. A continuación hubo una terrible lucha y, a pesar de las garras, pudo encontrar y sacar el arma. Intentó apuñalar a la bestia, pero fue infructuoso y estaba intentando asegurarse con un segundo intento cuando, con un contorsionante esfuerzo, la criatura zafó y retrocedió y con algo entre un aullido y un grito, escapó de allí. Nuevamente la puerta se abrió; una vez más el viento resopló adentro, y continuó soplando; una ráfaga de lluvia entró al piso de la cabaña y le llegó al rostro. Se levantó del lecho y salió a la puerta.

Afuera estaba muy oscuro, a no ser por el destello de la blancura de las olas cuando rompían, a tan solo unas yardas de la cabaña; el viento soplaba con fuerza, y la lluvia seguía vertiendo agua a cántaros. Un sonido atroz, mezcla de sollozo y aullido vino de algún lugar en la oscuridad. Se dio vuelta y se introdujo de nuevo en la cabaña, cerrando a su paso la puerta, sin embargo no pudo encontrar gran seguridad en esta. La lámpara estaba casi apagada, y no logró asegurarse si la chica estaba sobre la banqueta o no. A pesar de tener una gran repugnancia, se acercó, y puso sus manos sobre esta, para darse cuenta que no había nada allí. Se sentó y esperó hasta que rompieron las primeras luces del día: ya no se atrevía a quedarse nuevamente dormido.

Una vez que hubo amanecido, salió de nuevo y miró alrededor. La mañana estaba un poco oscura, ventosa y gris. El viento había menguado, pero las olas seguían rompiendo salvajemente. Vagó durante algún tiempo por la costa, esperando a que aumente la luz. Al final escuchó un movimiento en la cabaña. Más tarde la voz de la anciana llamándole desde la puerta.

- Se ha levantado muy temprano, joven. Dudo que haya dormido bien.
- No muy bien, - respondió. - ¿pero dónde está su hija?
- Ella no se ha despertado aún - dijo la madre. - Me temo que tengo un pobre desayuno para usted. Pero tomará una copita y un poco de pescado. Es todo lo que tengo.

Sin desear herirla, y dándose cuenta que tenía un buen apetito, se sentó a la mesa. Mientras comían, la hija llegó, pero no quiso mirarlos y se arrinconó en el lugar más lejano de la cabaña. Cuando se acercó un poco, después de uno o dos minutos, el joven vio que ella tenía el pelo empapado, y su rostro estaba más pálido de lo normal. Se veía débil y tenía mal aspecto. Cuando levantó la vista, toda su anterior fiereza habíase desvanecido, y solo quedaba en su lugar una gran expresión de tristeza. Su cuello estaba cubierto con un pañuelo de algodón. Ahora se mostraba mucho más atenta por él, y ya no rehuía la mirada. Poco a poco se iba rindiendo a la tentación de afrontar otra noche en tal lugar, cuando la anciana habló.

- El tiempo ha mejorado ya, joven - dijo. - Sería mejor que marchara, o sus amigos se irán sin usted.

Antes que pudiera responder, vio tal expresión de súplica en la mirada de la chica, que vaciló confundido. Miró de nuevo a la madre y vio un atisbo de ira en su rostro. Ella se levantó y se acercó a su hija, con la mano elevada como para pegarle. La joven inclinó su cabeza con un grito. En tanto el muchacho se lanzó desde la mesa para interponerse entre ellas. Pero la madre ya la había atrapado; el pañuelo se cayó de su cuello; y el joven pudo ver cinco magulladuras azules en su adorable cuello, las marcas de cuatro dedos y el pulgar de una mano izquierda. Con un grito de horror, se quiso ir de la casa, pero cuando llegó a la puerta, se dio vuelta. Su anfitriona estaba inmóvil en el piso, y un enorme lobo gris estaba saltando tras él.

Ahora no había arma a mano; y si hubiese habido, su caballerosidad innata nunca le hubiera permitido utilizarla para dañar a una mujer, a pesar que tuviera el aspecto de un lobo. Insintivamente, se puso firme, se inclinó hacia adelante, con los brazos medio extendidos, y las manos curvadas, como para agarrar nuevamente la garganta sobre la que antes había dejado tales marcas. Pero la criatura eludió su captura, y en vez de sentir sus colmillos, tal y como esperaba, se encontró a la chica gimiendo en su pecho, con sus brazos alrededor del cuello. Al siguiente instante, el lobo gris resurgió y brincó aullando hacia el risco. Recobrándose tanto como su juventud le permitía, el muchacho le siguió, ya que esta era el único camino para salir de ahí, y poder encontrar a sus compañeros.

De repente escuchó de nuevo el sonido de los huesos crujiendo (no como si la criatura los estuviera devorando sino como si hubieran sido molidos por sus dientes para desquitarse de la furia y la desilusión); mirando a su alrededor, volvió a ver la misma caverna en que había tomado refugio la noche anterior. Totalmente resoluto, pasó por ahí, lenta y suavemente. Desde el interior surgió el sonido de una mezcla de gemido y gruñido.

Habiendo alcanzado la cima, corrió a toda velocidad durante algún tiempo antes de aventurarse a mirar a sus espaldas. Cuando al final pudo hacerlo, vio, a lo lejos, contra el cielo, a la chica sentada sobre la cima del acantilado, sacudiendo sus manos. Un solitario gemido cruzó el espacio entre ellos. Ella no hizo intento alguno por seguirlo, y él llegó a la costa opuesta algún tiempo después, sano y salvo.

La caricia perdida.


Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

El amor es suficiente.


El amor es suficiente: aunque el mundo disminuya,
Y los bosques no tengan voces salvo la voz de la pena,
Aunque el cielo sea demasiado negro para que los débiles ojos
Perciban el rubor dorado de las flores creciendo debajo,
Aunque las colinas sean pilares de sombras, y el mar una maravilla oscura,
Y ese día dibuje un velo sobre todos los hechos pasados,
Sus manos no harán temblar, sus pies no harán vacilar;
El vacío no agotará ni el miedo alterará
Estos labios y estos ojos de amante y amado.

Bajo el Balcón.


¡Oh, hermosa estrella de boca carmesí!
¡Oh, luna de cejas doradas!
¡Se elevan, se elevan desde el fragante sur!
Iluminan el sendero de mi amor,
Para que sus delicados pies no se extravíen
En el viento que corre por la colina.
¡Oh, hermosa estrella de boca carmesí!
¡Oh, luna de cejas doradas!

¡Oh, bote que te agitas en el desolado mar!
¡Oh, barco de húmedas, blancas velas!
¡Vuelve, vuelve hasta el puerto por mi!
¡Pues mi amada y yo deseamos ir
A la tierra en la que los narcisos soplan
Sobre el corazón de un valle púrpura!
¡Oh, bote que te agitas en el desolado mar!
¡Oh, barco de húmedas, blancas velas!

¡Oh, fugaz ave de graves, dulces notas!
¡Oh, ave que descansas en el rocío!
¡Canta, canta con tu voz suave en el vacío!
¡Mi amor en su pequeño lecho
Te escuchará, alzará su cabeza de la almohada
Y seguirá mi camino!
¡Oh, fugaz ave de graves, dulces notas!
¡Oh, ave que descansas en el rocío!

¡Oh, flor que cuelgas en el aire trémulo!
¡Oh, flor de labios nevados!
¡Desciende, desciende hasta el cabello de mi amor!
¡Has de morir en su cabeza como una corona,
Has de morir en un pliegue de sus vestidos,
En el pequeño brillo de su corazón has de reposar!
¡Oh, flor que cuelgas en el aire trémulo!
¡Oh, flor de labios nevados!

¿Deseas qué te amen?


¿Deseas que te amen?
Nunca pierdas, entonces,
el rumbo de tu corazón.
Sólo aquello que eres has de ser,
y aquello que simulas, jamás serás.
Así, en el mundo, tu modo sutil,
tu gracia, tu bellísimo ser,
serán objeto de elogio sin fin
y el amor, un sencillo deber.

buenas noches


Tú me recuerdas lo bellos que son los sueños, porque durante cada noche, puedo verte en todos ellos. Buenas noches, amada mía. Desde aquí te mando el más dulce beso.

Una invitación a la eternidad.


Vendrás conmigo, dulce doncella,
Vendrás conmigo, confiésalo princesa,
A los profundos valles de la sombra,
Donde brilla la oscuridad de las estrellas;
Donde el camino pierde su rumbo,
Donde el sol se olvida del día,
Donde la luz es siempre sombría,
¡Dulce doncella, que aquel sea nuestro mundo!

Allí las piedras se hunden bajo la corriente,
Las plantas se elevan incandescentes,
La vida se desvanece como una visión efímera
Y las montañas se oscurecen en grutas eternas,
Decid, doncella ¿vendrás conmigo
Por esta tristeza sin identidad,
Donde los amores no nos recuerdan.do?

Confiésalo, doncella ¿v
Donde los amigos viven en el olviendrás conmigo
Por esta extraña muerte que ha de ser vida,
A vivir en la muerte y ser la misma,
Sin hogar, sin nombre, sin destino,
A ser sin jamás ser,
-Aquello que fue y no será-
Viendo las cosas pasar como sombras,
Con el cielo arriba, debajo, dentro,
Yaciendo en torno a nuestro silencio?

Cuando la luz de la luna cae sobre mi lecho.


Cuando la luz de la luna cae sobre mi lecho,
Sé que en tu lugar de descanso,
Desde las amplias aguas del oeste,
Llega una gloria trepando los muros:
El mármol brillante aparece en la oscuridad,
Arrastrándose lentamente sobre la plateada llama
Que recorre las letras de tu nombre,
Y el número de tus años.
La mística gloria nada en la distancia;
Fuera de mi lecho la luz de la luna muere;
Y cerrando los párpados de agotados ojos,
Duermo hasta que se diluya el crepúsculo:

Y entonces sé que la niebla ha cubierto
Con su lúcido velo todas las costas,
Y en una iglesia oscura como un fantasma
El destello de tu lápida reposa hasta el alba.

Quién supiera escribir.


I.

Escribidme una carta, señor cura.
-Yá sé para quién es.
-¿Sabéis quién es, porque una noche oscura
nos visteis juntos? - Pues.

-Perdonad; mas... -No extraño ese tropiezo
La noche... la ocasión...
Dadme pluma y papel. Gracias; Empiezo:
Mi querido Ramón:

-Querido?... Pero, en fin, ya lo habéis puesto...
-Si no queréis... -¡Sí, sí!
-Qué triste estoy! ¿No es eso? - Por supuesto
-¡Qué triste estoy sin tí!

Una congoja, al empezar, me viene...
-¿Cómo sabéis mi mal?...
-Para un viejo, una niña siempre tiene
el pecho de cristal.

¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura.
¿Y contigo? - Un edén.
-Haced la letra clara, señor cura;
que lo entienda eso bien.

-El beso aquel que de marchar a punto
te dí... -¿Cómo sabéis?...
-Cuando se va y se viene y se está junto,
siempre... no os afentéis.

Y si volver tu afecto no procura,
tanto me harás sufrir...
-¿Sufrir y nada mas? No, señor cura,
¡que me voy a morir!

-¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo...
-Pues, sí señor ¡morir!
-Yo no pongo morir. - ¡ Qué hombre de hielo!
¡Quién supiera escribir!

II.

¡Señor rector, señor rector! en vano
me queréis complacer,
si no encarnan los signos de la mano
todo el sér de mi ser.

Escribidle, por Dios, que el alma mía
ya en mí no quiere estar;
que la pena no me ahoga cada día...
porque puedo llorar.

Que mis labios las rosas de su aliento,
no se saben abrir;
que olvidan de la risa el movimiento
a fuerza de sentir.

Que mis ojos, que el tiene por tan bellos,
cargados con mi afán,
como no tienen quien se mire en ellos,
cerrados siempre están.

Que es, de cuántos tormentos he sufrido,
la ausencia el más atroz;
que es un perpetuo sueño de mi oído
el eco de su voz...

Que siendo por su causa, el alma mía
¡goza tanto en sufrir!...
Dios mío, ¡cuántas cosas le diría
si supiera escribir!...

III.

EPILOGO -Pues señor, ¡bravo amor! Copio y concluyo;
A don Ramón... En fin,
que es inútil saber para esto -arguyo-
ni el griego ni el latín.

Inspiración nocturna.


Por el éter resbala melancólica
la luna, y en mi frente se refleja;
a su brillo argentado se asemeja
el color de mi faz.
De la brisa nocturna el ala rápida
sutil bate mi rubia cabellera,
como las hojas de gentil palmera,
balancea fugaz.

Oscuridad, silencio, aspecto tétrico
muestra la noche tácita al ser mío,
sólo me afecta de un lejano río
el parlero rumor;
Que, llevado en las alas de aire trémulo,
se parece, en su plácido murmullo,
al compasado y pavoroso arrullo
del eterno sopor.

Cual volubles vapores, sombras fáciles
antepuestos al sol ocasionaran,
e invisibles, aéreos, se espaciaran
entre la claridad;
Así veo cruzar seres fantásticos
de la luna a los pálidos reflejos,
y vagando se pierden allá lejos
entre la oscuridad.

De vibrátil campana al son profético
exánime ha zumbado en mis oídos
y débiles temblaron mis sentidos
a su fúnebre son.
¡Y pocos mostrarán sus ojos húmedos
a ese sonido que en el viento espira
pues su divina voz no les inspira
Santa meditación!

Todos duermen, menos yo,
todo en el mundo reposa,
la campana enmudeció
el aura sobre la rosa
tranquila se adormeció.
Sordo el río susurrando
me acompaña solamente,
y con su murmullo blando
me hace acordar inocente
que el tiempo se va pasando.
Pero vano mi pensar
se pierde allá con su ruido
los dos iremos a dar
yo al seno del eterno olvido
y él al seno de la mar.
Pues, con sonoros despeños,
va rodando su cristal
por entre prados risueños,
cual la vida del mortal
que se desliza entre sueños.
Están plácidos olores
el viento aromatizando,
los condensados vapores
se posan, perlas formando,
en el cáliz de las flores.
El claro río que abruma,
con sus aguas transparentes,
la yerba que le perfuma,
la matiza con bullentes
globos de nevada espuma.
Y como ancho se dilata,
todo el estrellado coro
en su cristal se retrata...
parecen lágrimas de oro
embutidas sobre plata.
Mas ya la aurora cercana
asoma su frente hermosa
entre celajes de grana,
y traza sendas de rosa
del sol a la luz temprana.
Despiértase el aura leve
al brillar sus lumbres rojas,
y a su movimiento breve
tiemblan las húmedas hojas
del árbol que ondeante mueve.
La flor su botón rompió,
y al sol que nuevo amanece
y que la vivificó,
en holocausto le ofrece
las perlas que recogió.
Todo vuelve a florecer,
todo al ver el sol se aviva,
mas la noche ha de volver...
y en aquesta alternativa
todo camina al no ser.

Amor completo.


¿Has anhelado, a través de los cansados días,
La visión fugaz del rostro amado?
¿Has clamado por un instante de paz
En medio del dolor de las penosas horas?
¿Has rogado por el sueño y la muerte,
Cuando el dulce e inesperado consuelo
Fue sólo sombras y aliento?
Hace mucho, demasiado, que el miedo no disminuye
Sobre estas ilusorias y reptantes flores.
Ahora descansa: pues aún en el reposo
Podrás conservar todos tus anhelos.

Debes descansar y no temer
Al acechante y sordo despertar
De una vida que transcurre a ciegas;
Llena de desperdicios y penas.
Debes despertar y pensar en lo dulce
Que es tu amor, en su íntimo ardor.
Será más dulce para los labios que conocerás,
Más dulce de lo que tu corazón intenta ocultar:
Anhelos absolutos e insatisfechos.
La respuesta a todas las esperanzas
Se cierran sobre tí, muy cerca.

Recordarás los antiguos besos,
Y aún el frío dolor que crecía.
Recordarás aquella poderosa dicha,
Y aún los ojos y las manos perdidas.
Recordarás todo el remordimiento
Por lo escasos que fueron sus besos,
El sueño perdido de cómo se conocieron
Es el sabor a miseria en tus labios marchitos.
Entonces parecía Amor, pero nacido para morir,
El Hoy es inquietud, dolor:
La bendición es el olvido, el silencio;
Mi Amor es solitario, más nunca será un secreto.

Ausente


Ausente con tus ficciones de endebles romances,
Aquellos harapos de falsedad tejidos por la locura;
Dadme el espíritu fugaz con su débil resplandor,
O el arrebato que habita en el primer beso de Amor.

Si, poetas, vuestros pechos con fantasías brillarán,
Aquella pasión en la arboleda danzará con ardor;
Y de la bendita inspiración vuestros sonetos fluirán,
¿Pero podrán alguna vez saborear el primer beso de amor?

Si Apolo debe rehusar su asistencia,
O las Nueve dispuestas están a tu servicio;
No las invoquéis, decidle adiós a las Musas,
Y prueba el efecto del primer beso de amor.

Los odio, y odio vuestras frías composiciones,
Aunque el prudente me condene,
Y el intolerante lo repruebe;
Yo abrazo las delicias que brotan del corazón,
Cuyos latidos y alegría son el primer beso de amor.

Vuestros pastores y sus rebaños, aquellos temas fantásticos,
Tal vez puedan divertir pero nunca conmoverán.
Arcadia se despliega como un sueño de bello color,
¿Pero cómo podría compararse con el primer beso de amor?

¡Oh, cesad de afirmar que el hombre, desde que surgió
Del linaje de Adán, ha luchado contra la miseria!
Algunas parcelas del Cielo vibran en la Tierra,
Y el Edén resurge con el primer beso de amor.

Cuando los años hielen la sangre, cuando nuestros placeres pasen,
(Flotando durante años en las alas de una paloma)
El recuerdo más amado será siempre el último,
Nuestro monumento más dulce, el primer beso de amor.

Al Despertar


Al despertar,
lo único que me une a la vida
-eres tu-
tus latidos,
-son los míos para poder vivir-
tus respiros
-son los sueños de mis sueños-
tu alma,
es el eslabón infinito de mi amor eterno.

26 Frases de animo para cambiar tu vida


- Dentro de veinte años a partir de ahora te arrepentirás de las cosas que no hiciste, asi que suelta las amarras y navega fuera de tu zona de confort, busca el viento en tus velas. Explora, Sueña, Descubre. Mark Twain

- El mejor momento para plantar un árbol fue veinte años atrás. El segundo mejor momento es ahora. Proverbio chino

- Haz todo lo que puedas, estés donde estés, con lo que tienes. Teddy Roosevelt

- Tu tiempo es limitado, no lo desaproveches viviendo la vida de otros. No te quedes atrapado en el dogma, que es el resultado de los pensamientos de los demás. No dejes que el ruido de las opiniones ajenas silencie tu propia voz interior. Y lo más importante: ten el coraje de seguir tu corazón y tu intuición. Steve Jobs

- Nunca vas a poder cruzar el océano hasta que tengas el coraje de dejar de ver la costa. Cristobal Colón

- Hace falta mucho coraje para dejar a un lado lo familiar y lo seguro y abrazar lo nuevo. Pero realmente no existe ninguna seguridad en aquello que ya no tiene sentido. Hay más seguridad en la aventura y en lo excitante de la vida. En el movimiento hay vida y en el cambio reside tu poder. Alan Cohen

- El 80% del éxito consiste en presentarnos a la cita. Woody Allen

- ¿Qué es el éxito? Un hombre tiene éxito cuando se levanta por la mañana, y se acuesta en la noche, y en medio del día hace lo que le gusta. Bob Dylan

- No importa que te caigas siete veces, pero levántate ocho. Proverbio japonés

- La vida no se mide por el número de respiraciones que tomamos, sino por el número de momentos en los que nos quedamos sin respiración. Maya Angelou

- Recuerda que nadie te puede hacer sentir inferior sin tu consentimiento. Eleanor Roosevelt

- La vida es lo que ocurre a tu lado mientras haces otros planes. John Lennon

- Pon altas tus metas, cuanto más mejor. Debes esperar que cosas increíbles van a suceder, no necesariamente en el futuro sino ahora mismo. Date cuenta de que nada es demasiado bueno. No dejes que ningún obstáculo te frene de ningún modo. Eileen Caddy

- Continua ascendiendo la cumbre. Puedes hacer todo lo que desees, si primero te conoces a ti mismo y si estás dispuesto a trabajar usando un poder que es más grande que nosotros mismos. Ella Wheeler Wilcox

- Cuando sientas que todo se pone en tu contra, recuerda que un avión despega contra el viento, no a favor. Henry Ford

- Si no diseñas tu propio plan de vida, hay muchas opciones de que caigas en el de otros. Y adivina que es lo que te espera? probablemente muy poco. Jim Rohn

- Cuando una de las puertas de la felicidad se nos cierra, otra se abre. Pero a menudo nos quedamos mirando tanto tiempo la puerta cerrada, que no vemos la puerta que tenemos abierta. Helen Keller

- Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino triunfar sobre él. Las personas con coraje no son las que no tienen miedo, sino las que lo conquistan. Nelson Mandela

- La vida es un 10% lo que nos ocurre, y un 90% cómo reaccionamos a ello. Charles Swindoll

- No son tus años de vida lo que cuenta, sino la vida en tus años. Abraham Lincoln

- Todo lo que alguna vez has deseado, está al otro lado del miedo. George Addair

- Ser feliz no significa que todo sea perfecto. Significa que has decidido mirar más allá de las imperfecciones. Popular

- Hay tres cosas que no podrás recuperar en la vida: la PALABRA, una vez que ha sido dicha. El MOMENTO, una vez que se ha perdido. El TIEMPO, una vez que ha transcurrido. Tenlo presente!. Popular

- Aunque no podemos ir hacia atrás y tener un nuevo comienzo, todos podemos empezar desde ahora y conseguir un nuevo final. Carl Bard

- El mayor error que puedes tener en la vida es cometer el fallo de nunca haberlo intentado. Popular

- La vida es corta, vívela. El amor es raro, déjate llevar. La rabia es dañina, deshazte de ella. Los recuerdos son dulces, consérvalos. Popular

Perdoname por hablar

Perdóname!
si grito mi amor
debiendo callar.

Perdóname!
pero hace tiempo que deseo
escribir esto,
sé que debo callar
pero no aguanto más
este sentimiento
es algo muy grande que llevo dentro
y lo quiero gritar a los cuatro vientos.

Perdóname!
no te quiero lastimar
pero de tanto amar
mis sentimientos
a mí me están lastimando.

Perdóname!
sé que debo callar
pero no consigo detener
este sentimiento que es
libre como el viento.

¿Cómo podría hablar de amor?
si debo sellar mi boca
para no gritar
mis sentimientos!.

ALEGRÍA INTERIOR


En mí la siento aunque se esconde. Moja
mis oscuros caminos interiores.
Quién sabe cuántos mágicos rumores
sobre el sombrío corazón deshoja.

A veces alza en mí su luna roja
o me reclina sobre extrañas flores.
Dicen que ha muerto, que de sus verdores
el árbol de mi vida se despoja.

Sé que no ha muerto, porque vivo. Tomo,
en el oculto reino en que se esconde,
la espiga de su mano verdadera.

Dirán que he muerto, y yo no muero.¿Cómo
podría ser así, decidme, dónde
podría ella reinar si yo muriera?

DEFINIENDO EL AMOR


Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.

NO ESTÉS LEJOS DE MÍ UN SÓLO DÍA


No estés lejos de mí un sólo día, porque cómo,
porque, no sé decírtelo, es largo el día,
y te estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.
No te vayas por una hora porque entonces
en esa hora se juntan las gotas del desvelo
y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.

Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bien amada,

porque en ese minuto te habrás ido tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverás o si me dejarás muriendo.

POEMA 12... PARA MI CORAZÓN BASTA TU PECHO...


Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.

Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.

He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.

Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.

MI AMOR PERDURA


Con el paso de los años creí olvidarte.
Nuevos caminos se antojaban largos y solitarios.
Seguro estaba de un sendero sin retorno,
y de borrar las fechas del calendario.

Pero finalmente él me invade.
Mi aliento se desvanece.
Mi corazón enmudece.
Y mi respiración se ahoga y desaparece.

¿Qué me pasa? Creí olvidarte...

Y en mi esfuerzo inútil por alejarme,
fracaso al guardar en el olvido,
la llama asfixiada,
de tu amor prohibido.

Buenos Días, Corazón!


Algo extraordinario me ocurre al despertar
y es que junto a mí te tengo amor mío
y que mejor despertar
que ese de tener a la persona amada
en el día y en la madrugada

Buenos Días, Corazón!

El amor verdadero


No prometas subir y bajarle la luna,
A quien no sabe el valor de una estrella,
No cometas tontería alguna,
Por demostrarle que le quieres a ella.

El amor de tu vida no te haría daño,
Tu corazón cuidaría, te diría cariño,
te quiero, te anhelo y te extraño,
A su lado volverías a ser como un niño.

El amor verdadero es el que es correspondido,
Lo demás son tonterías que nunca han existido.
El amor verdadero es soñar con su sonrisa,
Es despertar sintiéndote en el aire y en la brisa.

El amor verdadero es decirte te amo cada día,
Aunque no estés presente, sentirte a mi lado,
El amor verdadero es el que te llena de alegría,
El que borra los miedos y cicatrices del pasado.

Buenas noches


Cada noche me acerco a tu lecho
Y en silencio miro tu fuerte pecho
Placida y tranquilamente respiras
Y mi alma por ti suspira

Intensamente deseo abrazarte
Entregarte mi alma íntegramente
En mi corazón habitas para siempre
Y mi alma con amor quiero entregarte

Nocturno


¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.

Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no se ni dónde
se alzaba el porvenir.

De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.

Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.

A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Que quieres tu que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Que quieres tu que yo haga
con este corazón?

Y luego que ya estaba
concluido tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta allá a lo lejos
la puerta del hogar...

Que hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!

¡Figúrate que hermosas
las horas de esa vida!
Que dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida;
y al delirar en ello
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por ti, no mas por ti.

!Bien sabe Dios que ese era
mi mas hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!

Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adiós por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!

Amor Silencioso


Amor silencioso que con afán espera,
velar tus sueños junto a la reja,
de la distancia que separa este amor,
que calla y nunca desespera.

Amor de un alma taciturna y viajera,
que a tu lado esta para cuidarte,
que con la brisa lleva hasta tu puerta,
esta declaración pura y sincera.

Cobra sentido mágico este amor,
cuando tu nombre lo embriaga,
de pasión y de color el alma entera,
pídeme que te ame, no que te quiera,

Porque cuando se quiere se exige,
pero cuando se ama se entrega,
desde el más dulce de los besos,
hasta la vida si tu me lo pidieras.

Promesas de Amor


Arrastrado sin piedad por el vendaval de la nostalgia,
todo sentimiento se desgarra como tristes hojas mustias;
ya no escribes, ya no sientes, ya no extrañas...
Tus promesas de amor, náufragas en el mar de mis angustias.

El final feliz del cuento de hadas
habré de buscarlo en nueva jornada.
Por fortuna, siempre esta vida mezquina
nos presenta una nueva oportunidad.

Intentaré curar pronto mis heridas.
Intentaré no cometer tu mismo error,
de no abrazarme con locura, sin medida,
al más sincero y hermoso amor.

Cómo habrás de explicar un sinsentido,
si sabes tengo por bien conocido
las eternas noches sin sueño;
que el dolor tiene un único dueño:
aquel que sufre la cruel desazón
de no ver correspondido tanto amor.

Cómo habrás de explicarme
que el problema es ese corazón
de duros latidos que ha abandonado
el hábito que tenía de amarme...

Si preguntan, diles que sin ti vivir no puedo,
torturado por la ingratitud de tu ausencia;
que el morir es una impensada alternativa,
me sostiene este esperanzado deseo
de que regreses a mí algún día...

En cada suspiro dejo deslizar por mis labios
un sublime... etéreo... "Te Amo",
intentando vanamente poder definir
algo de todo lo que aún siento por ti.

Reencuentro


Tanta lágrima y anhelos derramados,
tanta emoción y sensibilidad contenidas;
en mágico vuelo ha llegado vida mía,
nuestro reencuentro tan ansiado.

Deja que mis dulces palabras te arrullen
cual armonioso canto de áureo ruiseñor,
abrazarte hasta que la distancia se derrumbe
en esta inmensa alegría, punto final del dolor.

Deja que mis sentidos recorran tu cuerpo
hasta anidar en tus labios un beso eterno
que deje grabado a puro sentimiento
la incontenible pasión que por ti siento.

Déjame olvidarme del mundo en tus brazos
y que sean historia las grises tardes del hastío.
Sentir tu corazón latiendo junto al mío
y en cada latido decirte ¡Cuánto Te Amo!

Soledades


Una constelación de sentidas emociones
en su cadente y elíptico deambular;
una pálida lluvia de tristezas otoñales
deslizándose por los ventanales de mi pesar.

Cada recuerdo se debate en cruzada santa,
la fe y la esperanza son las sábanas blancas
que protegen cada ilusión y cada latido,
de la tenacidad feroz del polvo del olvido.

Desandando sin equipajes la senda recorrida,
desprendiéndome de todo y de casi todos;
acarreando solo la nostalgia y la melancolía
unidas en gótica trilogía con mi dolor.

Ausencias voluntarias, encuentros malogrados,
y esta desolada soledad que hoy ha pesado
con una cruel gravedad ajena a este mundo.
Me pierdo en la noche triste y meditabundo...

¡Cuánto lo necesito! ¡Cuánto lo extraño¡
estremecerme de emoción en un abrazo,
el suave éxtasis de tus dulces labios,
flotar en la ingrávida esencia de tu Amor.